Siembra a María en tu corazón y cosecharas a Jesús en tu vida

Reflexion

La crítica de los fariseos: Los fariseos y maestros de la ley critican a Jesús por comer con los publicanos y pecadores.

La respuesta de Jesús: Para responder a esta crítica, Jesús narra tres parábolas de la misericordia, culminando con la del hijo pródigo.

La parábola de la oveja perdida (Lucas 15:3-7)

La búsqueda del pastor: Un hombre con cien ovejas pierde una y deja a las otras noventa y nueve en el desierto para ir en busca de la extraviada.

La alegría del hallazgo: Al encontrarla, la pone sobre sus hombros con alegría y la trae de vuelta, celebrando con sus amigos y vecinos.

El mensaje: Dios se regocija en el cielo por el pecador que se arrepiente, así como el pastor se alegra por su oveja perdida.

La parábola de la dracma perdida (Lucas 15:8-10)

La búsqueda de la mujer: Una mujer tiene diez dracmas (una moneda) y pierde una. Enciende una lámpara y barre la casa con esmero hasta encontrarla.

La alegría al encontrarla: Al encontrarla, llama a sus amigas y vecinas para celebrar.

El mensaje: De igual manera, hay alegría en el cielo ante el arrepentimiento de un pecador, ya que Dios busca y recupera lo que había perdido.

La parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32)

La petición del hijo menor: El hijo menor pide a su padre la parte de la herencia que le corresponde y se marcha a una tierra lejana.

El despilfarro y la miseria: Gasta toda su herencia viviendo disolutamente y se ve obligado a trabajar como porquero, anhelando la comida que dan los cerdos.

El regreso y el arrepentimiento: Al reconocer su error, decide volver a casa, confesando su pecado.

La respuesta del padre: El padre, lleno de compasión, corre a su encuentro, lo abraza y lo besa, organizando una gran fiesta en su honor.

La reacción del hijo mayor: El hijo mayor, que siempre se había mantenido fiel, se enfurece y no quiere entrar a la fiesta.

El mensaje: Dios, como el padre, no cesa de perdonar y celebrar nuestro regreso, mientras que nosotros podemos sentirnos celosos, tal como el hijo mayor, al ver la misericordia de Dios con otros.

 

 

 

 

 

Capilla Nuestra Señora del Rosario de Pompeya